Se acaba el frío y como cada año nos entran cada vez más ganas de salir a la calle con nuestras mascotas. Es tiempo de paseos, rutas de senderismo, pero también de protecciones antiparasitarias y de la siempre temida Oruga Procesionaria. A simple vista, no es más que un insecto que vemos tan tranquilo por el parque o el campo, pero en su apariencia de suave gusano se esconde un parásito con esos pelitos, -que en realidad son púas- que basta con que se acerquen al perro o al gato, para lanzarlos como si fueran dardos envenenados (de hecho contienen una toxina llamada Thaumatopina). Estos insectos se protegen del contacto precisamente así, lanzando al aire estos pelos o ‘flechas’ tan dañinas.
Sus efectos van desde urticarias o alergias y pueden incluso llegar a matarles. Y sí, si tenemos una gata o un gato, tampoco se libran. Aunque en ell@s el impacto es menor, porque son animales más precavidos con lo que se llevan a la boca (los perros llegan también a tragárselas) y les atrae mucho menos esta vistosa oruga.
Y, ¿por qué la llamamos Procesionaria? Muy simple, porque este insecto se desplaza como si estuviera en procesión, en fila india desde sus nidos hasta el suelo. Los pinares son su residencia más común, aunque es cada vez más habitual que nos los encontremos en parques, jardines, e incluso zonas urbanas. Por si fuera poco, debido al tan mencionado cambio climático, cada vez adelantan más su llegada, aproximadamente desde el final del invierno.
¿Cómo sabemos si nuestra mascota ha sido atacada por una procesionaria? Basta con que la veamos rascarse la boca más de lo normal, mostrarse nerviosa o inquieta. Incluso llega a inflamársele la lengua o los labios, sufrir problemas de ingesta o tener fiebre. Si se la traga, puede tener dificultades para respirar, vómitos o diarreas. Si por el contrario, son atacadas por las púas, el daño puede llegar a los ojos, con inflamaciones de párpados o conjuntivitis. Ante todo esto, acude inmediatamente a tu veterinario para que la vea y diagnostique qué tiene.
Una de las recomendaciones más habituales es evitar los paseos por estas zonas de bosques o parques llenas de pinos en esta época del año (final del invierno y primavera). Si vemos que nuestra mascota es atacada, echar agua (templada o caliente) en la zona afectada puede se buen remedio contra la toxina y contra los posibles restos de pelos de la oruga en su piel. Es importante no frotar a continuación la parte dañada, pues esto haría que los pelos se esparciesen y liberasen mucho más contenido venenoso.
Desde Popet Mascotas te recomendamos también que si te topas por la calle con estos pequeños ‘bichitos’, no dudes en avisar a las autoridades municipales para que pueda localizar la zona afectada y evitar que se reproduzcan.